A partir de otoño no se concederán permisos de ascensión a la cima del mundo a los menores de 18 años ni a los mayores de 60.
«Anoche llegó la maravillosa noticia de la ascensión al Everest por la Expedición Británica. Quedamos aturdidos. Antes de abandonar el circo de Khumbu, James Morris, que había salido camino de Katmandú, nos dijo que confiaba en poder enviar un breve mensaje rápidamente, pero ninguno de nosotros se figuró que hubiera podido saberse ya en Inglaterra hacía 24 horas». Así relata Sir John Hunt en el libro La ascensión al Everest el asombro que sintieron los expedicionarios cuando escucharon en la BBC la narración de la hazaña de sus compañeros Edmund Hillary y Tenzing Norgay, que habían pisado la cumbre de 8.848 metros el 29 de mayo de 1953, poniendo fin a 30 años de infructuosos intentos.
La aventura se desvanecía. Empezaba la historia en esta cima fronteriza entre Nepal y China, que según Hunt en su libro (La ascensión al Everest): Algún día el Everest volverá a ser escalado. Es posible que se intente sin oxígeno, aunque no calculo que las posibilidades de éxito sean actualmente muy elevadas…. No acertó en sus predicciones. 57 años después el techo del mundo ha sido invadido por los himalayistas. Tantos, que 10.000 expediciones con más de 5.000 ascensiones (447 sólo éste 2010) después, los chinos han decidido cortar por lo sano y poner límites y prohibiciones.
Las autoridades del país acaban de anunciar que a partir del próximo otoño no concederán permisos de ascensión al Everest a los menores de 18 años ni a los mayores de 60. La medida se extenderá también a las restantes cumbres tibetanas.
Con ella quieren poner freno a los excesos en los intentos de batir récords. En concreto los de precocidad y longevidad, ahora en poder del estadounidense Jordan Romero (13 años) y del nepalí Bahadur Serchan (76 años). No son los únicos detentadores de dudosas marcas. La montaña sagrada ha sido el patio de recreo internacional. El escenario donde se ajustan cuentas con enfermedades propias y ajenas; taras físicas; reivindicaciones feministas; la edad…
Récords de todo tipo
Hay para todos los gustos: sin oxígeno (Messner, 1978); la primera mujer (la japonesa Junko Tabei, 1975); el primer español (Martín Zabaleta, en 1980); el primer ciego (Erik Weihenmayer, 2001); el primer manco (Gary Guller, 2003); el más joven (el norteamericano Jordan Romero, 13 años, y detonador de la prohibición); el más veterano, (Min Bahadur Sherchan, 76 años, 2008), y el nepalí Appa Sherpa, que en mayo pisó la cima por vigésima vez, con lo que batió su propia marca.
Un portavoz de la Asociación de Alpinismo del Tíbet argumentó que aventuras como la de Jordan Romero son altamente arriesgadas, y que tomarán medidas para evitar que alpinistas no cualificados corran un grave riesgo, sólo para conseguir atención y fama efímera.
El detonante ha sido el teen Romero, que esta primavera hizo saltar las alertas. Entre las numerosas críticas recibidas por sus padres, que alientan y sufragan los gastos de sus expediciones, las más virulentas procedieron de los mismos Estados Unidos. Mientras tanto el chaval (Big Bear, California, 1996), que también ha subido al temible McKinley, el Aconcagua y el Kilimanjaro es un héroe en Twitter y Facebook, donde actualiza sus aventuras día a día.
China deja la puerta abierta. Reconsiderarán las solicitudes que incorporen un certificado médico favorable. Aunque las mismas fuentes aseguran que de ninguna manera autorizarán menores de 16 años. Si se mantienen firmes, el récord de Romero queda blindado.
Malas experiencias
El peligro le puede venir de Nepal, país que no expende permisos de ascensión a los menores de 16 años, después de la mala experiencia de varias expediciones de guardería, alguna de las cuales terminó con congelaciones y perdiendo falanges y dedos en el quirófano. Pemba Dorjee ha solicitado una excepción en esa regla con el objetivo de que el récord de precocidad en el Everest que en Nepal. El sherpa, que detenta el récord de ascensión más rápida a la cima (8 horas y 10 minutos), anunció que en 2011 tenía intención de acompañar hasta la cima a un niño nepalí de 11 o 12 años.
La medida tomada por los chinos puede ocultar otros intereses. Enclaves naturales poco visitados, como era el caso de la vertiente tibetana del Everest, se están masificando a gran velocidad, tanta que hipoteca su futuro. Han comenzado por lo más fácil. Después les puede llegar el turno a las expediciones comerciales, que tienen colocadas cuerdas fijas hasta la misma cima. Aún son pocos los gobiernos que se atreven a imponer restricciones, sea limitando el número de visitantes o con tasas. Bután o Bostwana ya han tomado iniciativas encaminadas a mantener viva la gallina de los huevos de oro.
El primero, un reino en el corazón del Himalaya, aplica un peaje diario de unos 200 euros por viajero. La filosofía de Bostwana es similar. Ambos países quieren evitar a toda costa la llegada de los mochileros a base de poner precios muy altos. Su objetivo es tener pocos visitantes, pero que dejen mucho dinero. De esta manera hacen caja y limitan el impacto sobre el territorio.