Reporte 8 de la Expedición Argentina Everest

El equipo se encuentra en Debuche, que es un pequeño poblado a 3.900 mts.
El éxito del segundo período de aclimatación a la altura (campo 3 a casi 7.200 mts) hizo que bajaran al campamento base a 5.300 mts. Luego de pasar una noche, decidieran bajar a este poblado a descansar y fortalecerse, con miras al ataque final a la cumbre. En Debuche estarán unos 3 ó 4 días. Al parecer, los 5 integrantes van a buscar el intento a la cumbre, por el buen estado físico y anímico que tienen. Por otro lado, el Director de la Expedición Francisco Minieri Saint Béat, ha retornado a Buenos Aires luego de haber estado reunido con todos….
Persiste el problema de los teléfonos satelitales, los que estaban pensados para campamentos superiores y cumbre.

Sin poder resolverse aún, nos seguimos manejando con el tercer equipo satelital, pero que solo opera hasta el campamento base.

Las nevadas se dan a diario en la tarde/noche, sufriendo la enorme amplitud térmica que se dá en algunos días cerca del mediodía, donde la temperatura llega a los casi 40.

El plan A, buscará estar partiendo a los campamentos superiores en el transcurso de los próximos 2 días, presumiendo algún intento a la cumbre entre el 16 y el 20 de Mayo.

4/5/2010 – REPORTE 8 EN DEBUCHE – Regreso Campamento 3 a Campo Base (día 45)

Tener la oportunidad de volver a escuchar el canto de los pájaros en el valle del Khumbu es un bien preciado poco esperado, es lo último que esperas cuando finalmente, después de un mes a las idas y vueltas sobre el glaciar, toca la rotación de descanso en tierras bajas. 1500 mts. de desnivel ofrecen todo un repertorio de cualidades positivas para el cuerpo y para el espíritu, uno se imagina un anuncio de los años 70 de un spa, en el que la estrategia de venta es la simple enumeración de características placenteras acompañado de sonrisas gigantes y cuerpos tonificados y relajados; abundancia de oxigeno, temperaturas casi tropicales, bosques de ensueño plagados de rododendros en flor, pájaros cantando y el ruido del río de hilo musical, además del subjetivo valor agregado del descanso tras 30 días de carpa y bolsa de dormir; todo eso se llama Debuche, 3950 msnm, lejos de la crudeza a la que estuvimos sometidos a los 7200 mts del Everest.

Tras el primer ciclo de aclimatación en el que habíamos tenido la oportunidad de participar de las tareas de fijado de cuerdas en la pared Lhotse y por la que el Topo y yo nos quedamos una gélida noche ms a 6400 mts, la bajada fue un tanto agónica a causa de la tos del Khumbu, que no nos dejó dormir, y de las bajas temperaturas a las que nos sometió la montaña. El precio de la falta de descanso se paga carísimo y transitamos lentamente la cascada de seracs, cansados y deshidratados. Finalmente un mediodía helado nos recibió en el base y una tarde de sociales varias nos fueron alejando del cansancio. Por si el padecimiento recibido por el Topo en el descenso del campamento 2 esa mañana no hubiera sido suficiente, uno de los peores temores previos a la expedición hizo acto de presencia, un fuerte dolor de muelas le desfiguró el rostro por unas horas hasta que los calmantes hicieron efecto, otra prueba de fuego que le toco superar.

El primer día de descanso nos recibió con 10 cms. de nieve nueva sobre las carpas, algunas de las tareas cotidianas se ven postergadas y se le presta especial atención al tema comunicación, que nos viene trayendo ciertos problemas; reportes, bajado de fotos y filmaciones, ocupan la tarde de Charly y Cuny, Ramón cumple con la intelectualidad absorto en la lectura. Otro cambio en la dinámica del campamento es la llegada de Mara, quien asume las tareas de coordinación logística del campamento, contratada por los Benegas y venida especialmente de los EEUU.

Sin éxito alguno con ambos teléfonos satelitales descompuestos llegada la noche nos dedicamos a la opípara tarea de comer salamines de Tandil y quesos pampeanos traídos por Leo McLean, el cliente argentino de los Benegas, un sibarita traído de otro tiempo. La noche avanza, las visitas aparecen con el olor a embutido y la reunión cosmopolita marca otro hito en el base. La música resuena alto, la Tienda Comedor de los argentinos es la única que parece desplegar alegría en el campamento base comenta Simone Moro en un chapurreado castellano.

La ausencia de comunicación obliga a bajar a Gorak Chep, a una hora del campamento, a algunos de los chicos, con el fin de enviar fotos y nuevas a las familias. Los que nos quedamos tenemos múltiples quehaceres, cualquiera pensaría que el campo base es un lugar de recreo y ocio nada más alejado de la realidad, naturalmente se reparten tareas y no es bueno dejar que se acumulen. Las cuestiones técnicas atraen nuestra atención, las reparaciones electrónicas están a la orden del día y con el escaso tiempo que me queda alcanzo a lavar la ropa. Cuando salimos de Argentina tuvimos la previsión de llenar un disco rígido de estrenos cinematográficos con la esperanza de llenar los huecos de tiempo libre con ocio fílmico, otra idea preconcebida lejana a la realidad, a esta altura del viaje solo tuvimos tiempo de ver dos de ellas.

Las jornadas pasan indefectiblemente, entre el frío vespertino, que usualmente trae alguna nevada que con el sol matutino de la siguiente jornada se lava y va deformando lentamente el suelo del glaciar sobre el que están instaladas nuestras carpas, y las increíblemente bajas temperaturas nocturnas. La mañana del tercer día nos trae una visita inesperada, un joven aventurero argentino de nombre Leo, flaco, alto, tez morena y aspecto de llevar mucho tiempo en la huella del viajero. Su conversación es cautivantemente amena y nuestra actitud, que al principio es reticente, se va ablandando lentamente ante tal despliegue de alegría y familiaridad. Muchos meses trabajando en Europa para poder costearse un viaje que lo llevó por Siberia, Mongolia, China, India, Tíbet y finalmente Nepal, donde a su paso por Katmandú y chequeando algún diario digital argentino se encontró con la existencia de un grupo de compatriotas queriendo ascender el monte Everest. Según sus palabras, inmediatamente descartó su trekking a los Anapurnas y agend un pasaje de bus hacia vaya a saber qué pueblito desde el que con escasa ropa y comida comenzó su periplo de 12 días en nuestra búsqueda. Nunca se imaginó la posibilidad de llegar a nuestro base y que no estuviéramos ahí. Arribó a nuestro campamento con gran ansiedad tras preguntar en varios acampes previos y no obtener ninguna respuesta positiva, sumado a esto el hecho de que entre la entrada al campo base y la ubicación de nuestras tiendas hay más de 15 minutos de caminata entre decenas de carpas de colores.

Las horas pasan y a medida que avanza la jornada hacia el mediodía nos damos cuenta de que quien ms quien menos abandonó sus rutinas y con entradas y salidas de la tienda comedor hemos ido pasando la mañana charlando con Leo, quien se ha convertido en una buena excusa para un verdadero descanso. Se queda a almorzar y entre charlas y mates las primeras horas de la tarde lo sorprenden con una nueva nevada por lo que se ve obligado a huir despavorido a Gorak Chep, por su carencia de indumentaria idónea, con la promesa de regresar al día siguiente.

Por la tarde las actividades y preparativos para la tercera etapa de aclimatación convierten nuestro campamento en un hervidero, en dos días está planificado arrancar nuevamente a tierras altas, en este caso con el objetivo de superar los 7000 mts, tocar el campo 3 y de ser posible comenzar el aprovisionamiento del mismo. Las dudas sobre el pronóstico climático, ya que la nevada arrecia sin parar, no detienen las tareas de armado de viandas para el campo 3 y el 4, chequeo de baterías y últimas tareas de mantenimiento. Finalmente la noche llega con un tapiz de 5 cms. de nieve sobre el campamento, algo que ya no nos sorprende pero no deja de resultar una incomodidad.

Una nueva mañana soleada y fra despierta como todos los días a nuestro grupo, en esta ocasión un poco remolón y fiacoso, a eso de las 745, síntoma de que la aclimatación mejora día a día. En mi caso en particular con el feliz descubrimiento del maravilloso uso de la botella de agua caliente en los pies; hace casi un mes que estamos aquí y soy el último en poner en práctica lo de llenar el nalgene de tato pani (agua caliente) antes de irme a acostar y mantener los pies alejados de la mordida del frio. Para nuestra sorpresa Leo está ya en el campamento a tempranas horas, tal es su deseo de charlar con argentinos, cosa que no hace desde hace 3 o 4 meses, cuando se cruzó con alguno a principios de su viaje por Siberia.

Patrón de actividades parecido al día anterior, aunque con la variación que traen las novedades desde Namche Bazar. Nuestro Mentor, Francisco Minieri, quien estaba hace varios días en camino al base con la intención de visitarnos, se ve obligado a acortar su viaje y planea contratar un helicóptero hasta Gorak Chep para venir a nuestro encuentro, lo cual cambia nuestros planes de salir hacia el campo 1 al día siguiente y nos pone en el compromiso de estar a las 7 de la mañana en la vecina villa. Este cambio de planes nos obligara a ir directamente hasta el campo 2 ya que el resto del grupo de los Benegas no modificará sus planes, pero por otro lado nos dará mas tiempo para ultimar preparativos y descansar un poco ms aunque tengamos que caminar unas horas y nos toque hacer un porteo aprovechando nuestro viaje valle abajo.

La última jornada de descanso en el base nos encuentra madrugando tardíamente y saliendo a las corridas camino a Gorak Chep, ya que a esta altura hasta los relojes despertadores aprovechan al máximo cuando el sueño llega profundamente. Con escasos minutos de anticipación al aterrizaje del helicóptero llegamos al vecino caserío, asentado ya fuera del glaciar del Khumbu, lo suficiente para reunir el dispersado grupito de cinco que salió una hora antes a las apuradas. La aeronave dio una vuelta sobre el base y volvió a los pocos minutos para aterrizar frente a nuestros ojos, levantando una tromba de nieve y arena. Francisco y Adrianne descendieron con una enorme sonrisa, probablemente provocada por la oportunidad única de sobrevolar el Everest en una diáfana mañana de primavera. Abrazos, fotos, puesta al día, buenos augurios, descargado del algunos bultos y así como llegaron se fueron, dejándonos con una extraña sensación de desarraigo. La visita obligatoriamente debía ser corta, principalmente por dos razones: la falta de aclimatación los forzaría, en caso de quedarse ms tiempo, a utilizar oxigeno (cosa prevista y para la que habíamos acarreado una botella desde el base), y por otra parte el rápido ascenso de temperatura en el valle cuando el sol arrecia hace ms liviano el aire y a estas alturas la sustentación del helicóptero disminuye radicalmente con el paso de los minutos. Volar a esta altura sigue siendo una proeza y ningún piloto tomaría riesgos por un vuelo privado para realizar una visita. Calculo que para Francisco, Director de la expedición, su objetivo se cumplió a la perfección, vernos a todos en buen estado y motivados.

Nos quedamos en Gorak Chep tomando unos tés con limón junto a Leo y extendiendo la charla por tercer día consecutivo. La voluntad de fierro de este viajero lo hizo madrugar para subir el cerro Kalapatar y cuando vio llegar el helicóptero bajó a las corridas, con tanta puntualidad que se convirtió en nuestro fotógrafo durante la visita de nuestro Director. Tras varios litros de brebaje finalmente cada uno toma su camino, nosotros con nuestras cargas de picoteo bajadas del helicóptero hacia el base nuevamente y él con su magra mochila hacia Katmandú y de ahí vaya uno a saber en qué dirección.

El mediodía, Babu Ram (jefe de campamento) y el resto de su staff nos recibieron con una abundante comida, nos cuidan como una gran familia. Nuestro hogar parece un poco vacío con la ausencia del grupo de los Benegas, que a estas alturas del día ya están instalados en el campo 1. La tarde se pasa entre mates y preparativos, estamos todos un poco ansiosos por el comienzo de una nueva etapa, la ultima de aclimatación si todo sale bien, que nos expondrá a la mayor altura (7200 msnm) de esta montaña en la que permaneceremos sin oxigeno, un importante reto físico y mental para todos, que nunca hemos experimentado esta sensación, ni estas alturas.

En un grupo de cinco amigos las discusiones son una cosa constante, en ciertas ocasiones hasta se convierte en un modo habitual de decidir los futuros planes, un modo conflictivo pero a fin de cuentas democrático. La discusión del horario de partida no es trivial, si arrancamos demasiado temprano la exposición al frío nocturno durante muchas horas hará mella en nuestros cuerpos, si salimos demasiado tarde nos tocará someternos a los alrededor de 40 C en el Valle del Silencio, cosa igualmente negativa para el físico. Sabemos que no todos caminamos al mismo ritmo y que la cascada de seracs probablemente haya cambiado desde la última vez que la transitamos, por lo que se hace difícil especular en tiempos y horarios. Finalmente nos levantamos a las 5 de la mañana con la intención de partir a las 6, todo se retrasa un poco y en distintos momentos al final estamos todos en el glaciar a eso de las 630, poco antes de la salida del sol.

Las mochilas van bastante cargadas, cada uno lleva al campo 2 parte de la comida que utilizaremos en la próxima etapa, el ataque a cumbre, en el campo 3, además del equipo personal y el resto de las cosas que nos harán falta de aquí en adelante en la parte alta de la montaña. La idea es llevar ahora lo más posible aprovechando que tendremos días de descanso en el campamento 2, para no tener que hacerlo una vez que emprendamos el asalto a los 8848. El frío cala los huesos en una húmeda mañana, a esta altura la tos es una constante del grupo y el avance es más lento de lo esperado, en parte por el peso, en parte porque la aclimatación no está finalizada y los cuerpos todavía sienten la carencia de oxígeno como algo extraño. La cascada, aunque un terreno más natural para nosotros, no deja de ser un laberinto de gigantescos bloques de hielo que estorban nuestro avance, así como los grupo de otras expediciones que avanzan más lentamente que nosotros.

A eso de las 11 de la mañana el sol arrecia de un modo casi insoportable, ojalá que la dinámica climática fuera distinta ya que la deshidratación se convierte en una espada de Damocles constante en estas condiciones. Descanso obligado en el campo 1 y reagrupamiento, la montaña se aquieta con la hora de peor calor, después nos enteraremos de que adentro de la carpa, a la sombra, el termómetro llegó a marcar ese día 37 C, y en el Valle del Silencio no hay ni un mm de sombra para guarecerse. Las ganas de tirar la mochila en el campamento 2 son más fuertes que la preocupación por el calor, por lo que finalmente enfrentamos la nieve metamorfoseada del Khumbu, las inseguras escaleras de aluminio y el desafiante calor. La batalla contra la deshidratación sólo se gana cuando tras varias horas de sufrimiento llegamos al campamento 2 y protegidos del calcinante sol logramos beber sin pausa un par de litros de té. La única alegría del trayecto entre campamentos es el hallazgo de una botella de oxígeno de los años 60 por parte de Charly en la búsqueda de un atajo entre los bloques de la entrada al campo 2.

La tarde transcurre plácidamente escuchando música en el 8Domme colectivo, picoteando y descansando. Los planes de descanso para el día siguiente relajan al grupo y la noche llega helada e intempestiva como es de esperar, cena frugal y en búsqueda de un merecido descanso, mas de 1000 mts de desnivel, una cascada de seracs y casi 40C dejan al equipo argentino fuera de combate.

El segundo día en el campo 2 promete una actividad bastante inesperada, recolectar basura en los alrededores, la cual no solo abunda sino también exhibe el lento pero constante deterioro y vejación que sufre esta montaña, la cenicienta de las expediciones comerciales. El campamento está instalado en una corta morrena lateral en la base misma de la pared del Everest, que aparentemente no se mueve desde hace muchos años, por lo que la acumulación de deshechos ha ido en aumento incesantemente, la idea general es que el glaciar se lo come todo, desde botellas de oxígeno hasta cuerpos, nuestro aporte es de por lo menos dejar limpios 50 mts a la redonda, no es mucho pero cambia radicalmente el aspecto de los alrededores. Con al paso de las horas el cansancio del día previo va desapareciendo de nuestros rostros aunque sabemos que el cuerpo no se recupera tan rápidamente.

Cuando el domo se llena de gente y el calor humano hace soportable el frío la música del I-touch es un antídoto para solitarios, desde los Gypsy Kings, pasando por Nena y sus 99 globos, Queen, Bob Marley, Pretenders, Jason Mars, the Police, U2,Los Abuelos de la Nada, Snow Patrol hasta The Beach Boys y Ceedence. En cierto momento de la noche la pequeña comunidad del campamento 2 recibe una andanada de hits, a través de los handys retransmite Radio Argentina en su frecuencia modulada estereofónica llegando las ondas hasta el campo base. Finalmente el rugir de los pequeños parlantes, que por momentos lleva al domo a la denominación de discoteca, se ve superado por el cansancio y todos nos vamos a dormir.

A eso de las 5 de la mañana el toque de diana se ve postergado, el plan original de hacer el primer viaje al campo 3 se cancela radicalmente a los gritos de carpa a carpa por la presencia de 15 cms de nieve nueva y las imponentes ráfagas de viento. Cada uno se va levantando a su ritmo y en las inmediaciones se percibe esa sensación de gran nevada que ocurre una o dos veces por invierno en la que se sabe que el tiempo se detiene y nadie saldrá de sus casas, solo los más osados conducen las líneas de colectivo o abren sus negocios. La jornada transcurre de la tienda comedor-domo a la carpa, midiendo el paso del tiempo mientras la tormenta arrecia sin parar, nuestros planes se convierten en el tema principal de charla y el peor temor está a la vuelta de la esquina, que la tormenta continúe y no solo nos veamos obligados a bajar al base sino tengamos que volver a repetir el ciclo de aclimatación al 2 en unos días. Una vez que la decisión está tomada el ambiente se relaja, la tormenta no parece detenerse, incluso se incrementa con la llegada de la noche.

La casi completa certeza del regreso al base aligera el peso de la ansiedad en los corazones y hace que todos duerman bien hasta la campana de la alarmas, está lindísimo es el grito de guerra que pone a todos en guardia a eso de las 5 de la mañana, en escasos minutos el domo está repleto y entre el desayuno y los preparativos nos vamos eyectando en pequeños grupos hacia la pared Lhotse, solo para darnos cuenta de que no somos los únicos en arremeter hacia el campo 3, hay que aprovechar la oportunidad y en la distancia se ven distintos grupos acercándose al muro de hielo. Otra gran prueba física nos espera ya que en esta ocasión se mezcla la aclimatación con el porteo, se impone cargar dos tubos de oxigeno cada uno hasta los 7200 mts. Sin mucha discusión agarramos los tubos de 4 m3, que pesan alrededor de 4,5 kgs cada uno, agregado a esto es peso del equipo personal para lo que suponemos será un día entero de actividad, al final todos rondamos los 15 kgs, carga más que respetable para las condiciones en las que nos encontramos.

La salida del sol nos encuentra a escasos minutos de las cuerdas fijas, aunque es poco el tiempo que podemos disfrutar a Febo ya que las nubes hacen rápidamente acto de presencia. La escalera que con tanto esfuerzo instalamos 8 o 10 días atrás quedó sepultada bajo 2 mts. de nieve fresca acumulada allí por el viento, por lo que el ingreso a la rimaya resulta un poco más sencillo de lo esperado, aunque sin dilación se impone el jumar y tras un escalón de 90 de unos 10 mts comienza la tan larga y temida pared Lhotse, una rampa de unos 600 mts. de desnivel y de un promedio de 45 de inclinación, el primer tercio se ve facilitado por la existencia de huellas en la nieve fresca, a partir de entonces el hielo vivo exige fuertemente las pantorrillas y el avance se enlentece, en parte también por el constante flujo de porteadores regresando del campo 3.

El grupo lentamente se dispersa en las cuerdas fijas y el fondo de valle se va alejando, a eso de las 9 de la mañana el cielo se tapa completamente, la nube se instala a los 7000 mts. El gélido viento del este hace remolinos en la pared dispersando los manchones de nieve adheridos al hielo y por momentos no se sabe si es la nube o el viento quien trae la nevada; las condiciones se ponen cada vez más extremas y dejar los tubos a mitad de la pared no parece ser una alternativa. A eso de las 1015 de la mañana logro llegar al campo 3 con los dedos ateridos, el tránsito por las cuerdas sigue infinitamente y en media hora el grupo es nuevamente un paquete compacto de gente sentada en una precaria terraza del campamento con rostros de estar pasando frío, pasan los minutos y el resto del grupo, los Benegas y sus clientes, permanecen todavía en las cuerdas. Abandonamos nuestras cargas de Oxigeno atadas al depósito de material ya previsto por los hermanos Benegas y casi sin demora a eso de las 1115 arrancamos para abajo todavía metidos en la tormentita.

Normalmente las huidas son mucho más desorganizadas que los arribos, esta no es una excepción, no distamos de los sherpas en nuestro descenso, por estos pagos si la pendiente lo permite no se rapela, uno se mosquetonea a la cuerda como precaria medida de seguridad y se depende enteramente del rozamiento de los guantes con la cuerda, tal es la previsión para dicho evento que todos llevamos guantes de cuero y todos descendemos del mismo modo. En poco más de una hora llegamos todos al plano del glaciar y el estado de ansiedad disminuye radicalmente. Ya en el campo dos se discute la posibilidad de bajar al base o descansar un día más y volver a hacer un ciclo de aclimatación subiendo nuevamente al 3, la discusión no dura mucho, según los Benegas nuestro team anda muy fuerte en la montaña, no creen que sea necesaria otra ronda y por la previsión climática recomiendan bajar lo antes posible. En pocos instantes la retirada a tierras bajas esta diagramada. El resto del cumpleaños de Bariloche lo dedicamos a descansar después de nuestro particular desfile por las cuerdas fijas.

La mañana del 4 de mayo comienza tormentosa nuevamente, no cabe duda de que bajar es la mejor opción, la aclimatación parece ser un hecho y la bajada es mucho mas ágil y rápida que en las ocasiones anteriores, y antes de que la cascada se ponga peligrosa a lo largo del día estamos todos abajo. La jornada avanza y con más pena que gloria, las afecciones médicas se dejan sentir en los equipos y finalmente a causa de una fuerte infección urinaria que tiene doblado a Leo McLean y probablemente alguna que otra piedra en el tracto renal obligan a solicitar un helicóptero a Katmandú, a media tarde y entre un manto de nubes llega la aeronave y Leo y Damián, quien ha empeorado con la tos del Khumbu, embarcan con destino al hospital y con la promesa de regresar en tres o cuatro días. La sensación cuando la nube de polvo provocada por las aspas se deposita es la de un vacío difícilmente reemplazable, hasta cierto punto las dos expediciones, los Benegas y sus clientes (entre ellos leo McLean) y nosotros cinco cuando estamos en el base vivimos el día a día como una sola gran familia, dos ausencias de un solo plumazo se hacen sentir rápidamente, aunque la aparición de Matoco, guía argentino que venía acompañando a Francisco, mitiga un poco esas ausencias con nuevas anécdotas y bromas.

El regreso al campamento indudablemente tiene algo de volver al hogar, nunca pensé que abandonar el minimalismo de campamentos superiores tuviera tantas connotaciones positivas respecto al confort, lavarse sin congelarse, tener agua caliente para los mates, tu carpa en un lugar plano, una mesa en la que comer y sillas para sentarse, electricidad a las noches para cargar baterías y cocinero. Pensar en afeitarse o poder lavar la ropa es parte de la cotidianeidad del hogar que hacen más llevaderos aquellos momentos en los que la mente se confunde y olvida el objetivo por el que estamos aquí. Cuando se logra entrar en una rutina hogareña las horas pasan inadvertidamente y a medida que uno penetra más profundamente en las pequeñas tareas del campamento más alejado se está de las ansiedades de la cumbre.

El descanso rejuvenece los rostros lo mismo que lo hace una ducha, aunque sea fría, una afeitada, un poco de ropa limpia o un ciclo de comidas sin interrupción. Los planes diagraman una bajada hasta Debuche a los 3800 msnm que agregarán al descanso una buena dosis de oxígeno. Mientras tanto la tarde transcurre en un silencio y calma de cementerio en el campo base. Nuevamente la aparición de Simone y de Denis reactiva un poco el anochecer, las anécdotas, las risas, el fácil ritmo latino y lentamente la relajación del regreso va endulzando el paladar social. A pesar de que para todos mañana será una jornada de actividad, Matoco y Mara salen para el campo 1, Simone y Denis para el infinito y más allá a intentar abrirle una nueva vía al Lhotse y nosotros para abajo (física no moralmente), la música resuena estruendosamente en la carpa comedor hasta altas horas de la noche, a la luz de las velas y de las linternas por superar con la fiestita el horario del generador.

La mañana del comienzo del descenso los rostros están radiantes, todos estamos ansiosos por bajar en la búsqueda de más O2, a pesar de estar bastante aclimatados uno no deja de agitarse cuando pega una corrida hasta la carpa en búsqueda de algún objeto necesitado o deseado, uno se descubre inspirando profundamente cuando se agacha a atarse los cordones o levantar el cierre de la tienda comedor, nunca es una sensación agradable, por lo que bajar a menos de 4000 mts. será, creemos, una bendición para el cuerpo y para el espíritu. El clima no es feo pero por lo menos no llueve, el conservador plan es llegar a Periche y pernoctar allí, caminar con poco peso y comer en abundancia. Gorak Chep pasa frente a nosotros como si fuera un arrabal del base y en menos de lo esperado arribamos a comer a Lobuche, dieta casi estándar de Tea House, chowmein (fideos chinos) o Dal Baht (arroz con salsas varias) acompañado de momos (pequeñas empanaditas fritas) y te de limón. Antes que el estómago dé la orden de quedarse por un par de horas más y de que la nube nos tape, arrancamos valle abajo a buen ritmo, hasta las alas de la gorra del Topo, símil Lawrence de Arabia, flamean con la brisa.

A la postre nuestro apremio tiene sus ventajas ya que pocos minutos más tarde de arribar a Periche la lluvia hace presencia y caemos en la cuenta de que hace más de un mes que no tenemos el placer de disfrutarla. Los goterones y las chorreaduras de las canaletas nos recuerdan que por estas fechas las lengas, ya con sus hojas ocres y amarillas sufren día tras día el constante asedio de la lluvia que finalmente las hace claudicar y las despoja de toda vestimenta, desnudándolas para el crudo invierno patagónico. Mientras que aquí, en el valle del Khumbu una lluvia parece providencial, hasta para nosotros que todo lo que hemos visto es nevar cada vez que algo cae del cielo.

Periche parece encantador tras tantos días de carpa, piedras y glaciares, alrededor crecen arbustos y corren arroyos idílicos, la comida es de muy buena calidad y no se pueden tener quejas del confort, pero no es suficiente, el exilio hacia tierras más bajas tiene un destino diferente y sin demoras a la mañana siguiente el grupo continua su peregrinar por el valle del Khumbu. Después de poco más de una hora de caminata, inmersos en la niebla, llegamos a la tierra prometida, el tan ansiado y deseado bosque en Pangboche, que aunque no tenga un efecto fisiológico probado, el anímico es indudable.

A medida que los abetos se ponen más altos y los hermosos rododendros en flor, la llegada de la primavera no se está haciendo desear, abundan cada vez más nos vamos dando cuenta de que nos acercamos a Rivendel, el hospedaje en el que pasaremos las próximas jornadas. Aún arribando a destino en medio de la más intensa niebla de los últimos días el enclave para esta hermosa posada es maravilloso; no creo que Tolkien haya viajado nunca a Nepal pero aquel que haya decidido bautizar este lugar con tan fantástico nombre no está muy alejado de lo que el escritor inglés se imaginó, Mara no podría haber elegido mejor lugar para que nuestra recuperación del cansancio y la altura fuera completa.

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