Conoció al parapente, ahora su pasión, casi por casualidad. Al principio practicó en las afueras de Buenos Aires, pero cuando voló por primera vez en las montañas tuvo la certeza de que esa sería su profesión y su amor durante toda su vida.
«Lo primero que hago a la mañana cuando me levanto es mirar desde mi ventana la manga de viento para ver si podré volar o no y en base a eso organizo mi día», comenta Hernán Pitocco, el piloto de test de parapente argentino que lleva en su haber varios primeros puestos en competencias internacionales y que actualmente lidera el Ranking mundial de Parapente Acrobático.
La vida de Hernán transcurre en un lugar muy tranquilo, en La Cumbre, provincia de Córdoba. Allí, en las sierras cordobesas las prioridades cotidianas dependen fundamentalmente de las condiciones climáticas, tema clave para los parapentistas, ya que si las corrientes térmicas no acompañan o si llueve, no se puede volar y si no se puede volar, no se trabaja, no se entrena. Así de sencilla es la agenda de Pitocco quien tiene 28 años y que ya, a los 18, tenía muy claro cuál era el estilo de vida que quería, el de volar en parapente y vivir en las sierras.
Su vocación se despertó cuando vio por primera vez un parapente en Buenos Aires, lugar donde se crió y vivió hasta mudarse a Córdoba. Un día vio pasar una camioneta con la palabra parapente escrita en un costado y la siguió hasta que paró, habló con su conductor y así se enteró de que en las afueras de la cosmopolita Buenos aires había una escuela de parapente. Empezó a tomar clases y se apasionó. Después de realizar prácticas durante varios meses llegó el momento de ir a las montañas y de conocer el verdadero placer de volar lanzándose desde una cumbre -y no enganchado desde un remolque aéreo como lo venía haciendo hasta ese momento en la llanura pampeana-. Y eso fue todo un descubrimiento para aquel jovencito inquieto. Hubo un antes y un después de volar en las montañas.
Por esos días es que decidió dedicarse a este deporte. Habló con sus padres, dejó el trabajo que tenía, vendió sus bienes, y con el poco dinero que contaba se fue a Córdoba a probar suerte. Durante dos años vivió de los ahorros y, en tanto, se perfeccionó con cientos de horas de vuelo. Cuando se le terminó el dinero comenzó a trabajar dando vuelos bautismo, cursos de parapente y de maniobra sobre agua, para pilotos experimentados.
Cuando le da un descanso al parapente, practica ala delta, kite surf, escalada, paracaidismo y vuela en ultralivianos. Y, cuando logra mantener los pies sobre la tierra incursiona en un deporte poco conocido en la Argentina el down hill, que es como el snowboard pero con una tabla con ruedas que se desliza en descenso por las sierras: un juego de chicos para el joven Hernán Pitocco quien asegura que seguirá volando y experimentando nuevas emociones hasta que la vejez lo alcance.
Fuente: redbullriodelaplata.com