Te acercamos una entrevista a la windsurfista española radicada en Hawai, a sus 28 años se ubica en el top ten mundial.
A Anna Blanch (Barcelona, 1982) le colocan las cámaras o lentes más sofisticadas del mundo en su tabla, pues sus vídeos sobre las olas hacen estragos. Es más, junto a Desigual, los trajes de neopreno Ion y su colega Robby Naish, mito de Hawái, una de sus principales patrocinadoras son las cámaras de filmación Gropo. Y esa será, cuenta, su próxima vida: promocionar el windsurf por todo el mundo, con películas, vídeos, artículos, clases y demás promociones.
Para que se haga cargo del tipo de entrevista: nadie diría que usted acaba de ser operada de una hernia discal y, poco después, le han tenido casi que recomponer meticulosamente el oído derecho porque se estaba quedando sorda. Qué tipo de deporte es este que practica donde la dejan a una para el arrastre?
No ha sido tan dramático, no ha sido tan dramático, pero la verdad es que cuando acudí al doctor por mis constantes dolores de espalda, me dijo: Pero, niña!, qué deporte practicas tú que te ha dejado destrozada la columna? Y, cuando le expliqué que hacía windsurfing, el hombre no entendió nada. Pero, sí, tiene una explicación muy sencilla y lógica.
Perdón, será sencilla, muy sencilla, pero de lógica no sé si tiene mucha.
Si quieres ganar, si quieres meterte entre las mejores, cosa que yo empiezo ya a cuestionarme porque, la verdad, estar entre las tres primeras cuesta horrores… Bueno, si quieres intentarlo, has de conseguir navegar muy veloz y, sobre todo, en mi especialidad, saltar muy alto, hacer la pirueta más rebuscada y eso significa que has de elevarte, al menos, seis o siete metros por encima de la ola. Qué significa eso? Pues, sencillamente, que tu aterrizaje en el agua, la recepción, es casi casi como si la hicieras sobre puro cemento.
Y eso, claro, va castigando, machacando, maltratando, las vértebras.
Cuando te entrenas o compites o, incluso, cuando practicas con tus amigos, aunque sea solo para divertirte o, también, sí, para perfeccionar un salto, una maniobra, tienes que hacerlo a un nivel muy alto, y aunque pretendas no castigar tu cuerpo acabas maltratándolo un poco. Y eso que nosotras somos como rocas, pues has de ser muy fuerte, mucho, no solo para saltar, sino también para soportar la fuerza del viento y la intensidad del oleaje. Si usted viera las olas que se crean en la playa de Hookipa, la meca del windsurfing, y la intensidad del viento de Hawái, lo entendería todo.
Todo significa su obsesión por irse allí, por dejarlo todo, sus estudios de Ingeniería Naval, su título en Imagen y Sonido, sus amigos catalanes, sus padres, su familia… Todo.
Mire, se lo voy a contar porque, de lo contrario, corro el riesgo de que, en efecto, no entienda qué significa ser windsurfista, ni el tipo de vida que llevamos. Yo, cada mañana, esté donde esté del mundo, lo primero que hago es abrir el Skype para contactar con todos mis colegas de profesión e, inmediatamente, meterme en Windguru.com, la página del tiempo. Con esas dos pantallas sé dónde hay olas, dónde hay viento, dónde debo ir. Y si alguno de mis compañeros me dice que en Cabo Verde hay previsto el mejor viento o la mejor ola, trato de irme hacia allí. Aunque, la verdad, empieza a no haber ya ningún sitio tan ideal como Hookipa, la meca.
He entendido, aunque me parece tan salvaje como le pareció a su doctor lo de la hernia discal. Pero lo del oído, cómo fue lo del oído?
Pues por una razón similar. De estar tantas horas metida en el mar, volando sobre las olas, saltando, cayendo sobre el agua, sumergida claro, no siempre logras aterrizar de pie, entera el oído se va llenando de agua y, sobre todo, que es lo peor, de sal, y los tímpanos lo acusan. Lo acusan tanto que corres el peligro de que se te agujereen.
Pese a todo, ya veo que esta es la vida más guay que ha encontrado y, por supuesto, no piensa cambiarla.
Hay que ser valiente y, sobre todo, tener muchas agallas para competir al más alto nivel en windsurfing. Yo, la verdad, empiezo a no ser ya de las mejores, pero formar parte de esta familia me gusta, me encanta y me enorgullece. Somos nómadas, queremos vivir al aire libre, buscamos la ola soñada y, sobre todo, un mar que nos permita disfrutar de nuestro deporte favorito. Viajamos mucho en busca del lugar y la vida ideal.
Y no le cansa, qué dice la familia?
A los 15 años, cuando empecé a volverme loca con esto y me fui a Tarifa, papá me dejó, pero tuve que jurarle que, al regresar, haría una carrera antes de irme a Hawái. Cumplí, no pude terminar Ingeniería Naval e hice Imagen y Sonido. A partir de aquel momento, me dejó volar.
Supongo que tendrá amigos en todas las playas salvajes del mundo.
Mi última cena en Barcelona, antes de volver a Hawái, fue con un marroquí, un inglés, una canaria, un hawaiano y una japonesa. Al día siguiente, unos volvimos a Hookipa, otro a Cabo Verde, otro a Suráfrica, otro a Australia y la canaria, a su isla. Y hoy [por ayer] nos hemos comunicado por Skype, como siempre.
Hasta esa vida puede cansar, no?
Aún no he encontrado mayor placer que flotar sobre las olas de Hookipa, pero, sí, ya empiezo a cambiar mi rol en el windsurf. Quiero ser más mediática y menos competitiva.
Fuente: elperiodico.com